Los conventos de la Magdalena en Irlanda eran gestionados por las hermanas de la Misericordia en nombre de la Iglesia católica. Acogían a muchachas enviadas por sus familias o por los orfanatos, que allí quedaban encerradas y a las que se obligaba a trabajar en las lavanderías para expiar sus pecados. Dichos pecados eran de distinta naturaleza: desde ser madre soltera a ser demasiado bella o demasiado fea, o demasiado simple o demasiado inteligente, o víctima de una violación, y por tales pecados trabajaban sin percibir ninguna retribución, 364 días al año, y se las hacía pasar hambre, se las sometía a castigos físicos, humillaciones, violencia fisica y moral, y se las separaba de sus hijos. Las penas que tenían que cumplir eran ilimitadas. Miles de mujeres vivían y morían allí. El último convento de la Magdalena en Irlanda cerró sus puertas en 1996.
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